
Vine a decir adiós es una obra que mezcla misterio, emociones y una reflexión profunda sobre lo que somos. Sigue la historia de May, una joven que, después de un accidente, inicia un viaje entre la realidad y el sueño. Ese trayecto la lleva a lo más profundo de su mente, donde busca su identidad, intenta sanar heridas y enfrentar aquello que ha evitado por años.

El recorrido de May no es continuo ni sencillo. La puesta en escena crea una atmósfera oscura con referencias a películas como Coraline o Alicia en el País de las Maravillas. Todo sucede en un tipo de laberinto donde cada cuarto representa una parte distinta de su conciencia. El primer paso de su aventura ocurre al subir a un avión que funciona como puerta de entrada a este viaje interno, y a partir de ahí, May camina por espacios simbólicos que le van entregando piezas de sí misma.
Uno de los momentos más significativos es su encuentro con su abuelo fallecido. En esa plática fuera del tiempo, él le entrega una cajita y una maleta llena de elementos que representan sus gustos y su personalidad.

La obra utiliza la maleta como una metáfora directa: al nacer ya traemos parte de lo que somos, nuestros gustos, rasgos y formas de ver el mundo; esos elementos nos acompañan siempre, aunque intentemos esconderlos o dejarlos atrás.

May también pasa por cuartos que golpean emocionalmente. Uno de ellos está lleno de recuerdos de su infancia, un espacio donde se muestra todo lo que fuimos antes de que la vida nos cambiara.

Otro cuarto presenta una imagen más dura: una figura que le arranca un pedazo de piel, una metáfora clara de lo que se tiene que dejar ir, cuando emprendemos un viaje interno tan profundo. No es un proceso limpio ni amable; duele, y la obra lo muestra tal cual.

La puesta en escena también deja claro lo arriesgado que puede ser buscar respuestas dentro de nuestra propia mente. Podemos perdernos, entregarlo todo o incluso enfrentar partes de nosotros que nunca quisimos ver. Aun así, este viaje es necesario. Vine a decir adiós nos invita justo a atrevernos a entrar en nosotros mismos para entender quiénes somos realmente.

La obra también toca temas importantes como la relación con los padres y cómo esas conexiones nos forman, nos hieren o nos acompañan incluso cuando ya no están. Reconciliarnos con nuestro pasado es una parte esencial del camino, aunque muchas veces sea la más difícil.

Hacia el final, la historia retoma lo que plantea su sinopsis: May está en una búsqueda profunda por encontrar a su papá. Al lograrlo llega con un cierre emocional, que le permite completar su viaje interno. Al verlo, al enfrentarse a todo lo que no había podido decirle y al reconciliarse con lo que ese vínculo significó en su vida, May cumple la meta que la impulsó desde el principio. Perdona su pasado y permite liberarse de él y tomar el camino que ella quiera.

Al final los actores rompen la cuarta pared y entregan al público un sobre con una frase, un recordatorio de que cada persona está a un paso de iniciar su propio viaje.

